MATÉ A MI PADRE



Maté a mi padre.
No precisé
navaja bandolera,
revólver policial o flecha sioux.
Qué coños.
Maté a mi padre.
Sin emplear
siquiera el arma prístina:
las manos.
El día en que cumplí los 16.
A sangre fría. Tras el desayuno.
Con autenticidad
de pájaro.
Maté a mi padre.
Qué muerte más antigua.
Qué muerte más moderna.
Maté a mi padre.
Y que le den por culo al Código Penal.
No se arrepiente el árbol.
No pediré
perdón.
Maté a mi padre.
Heroicamente, más allá del alma.
Centauro sideral.
En el jardín
del ¡vive!
Maté a mi padre.
Y qué cojones:
bastó
con confesarle que su hijo amado
leía cada noche
a Whitman.
Y que adoraba
a los vikingos grandes.
Y que la luna parecía un pene.
Y que era maricón.

2 comentarios:

Crista de Arco dijo...

Yo también leo por las noches al gran Walt!!! Ahora me explico el porqué de mi devoción hacia Ud Caballero. *

Un beso o 2 ***

el ecologista dijo...

Yo leo a nietzsche pero tambien mate a mi padre a los 16, por lo mismo y lo mate dentro, muy dentro de mi, te saludo.